Si no niegas lo que sientes, y te permites dudar de las razones por las que crees sufrir, se abre una puerta donde puedes elegir la paz.
No
estás solo en esta empresa. El Espíritu va contigo. Pero si continúas
haciendo énfasis en la aparente razón de tu sufrimiento, te estás
negando la oportunidad de tomar los pequeños pasos que te llevaran a
recordar que nada, salvo tu propia decisión, puede alejar la paz y la
felicidad de ti.
Jesús nos explica muy claramente cómo toda
ésta dinámica apuntala la realidad de la creencia en que somos
distintos, unos culpables, otros inocentes:
"Alerta con la
tentación de percibirte a ti mismo como que se te está tratando
injustamente. Desde este punto de vista, tratas de encontrar inocencia
únicamente en ti... a expensas de la culpabilidad de otro"
(T-26.X.4:1,2).
La verdadera Inocencia nunca puede perderse, no
importa lo que nuestra experiencia física nos diga, ni la intensidad
con la que nos lo grite. ¿Cómo no vamos a sentirnos agradecidos de saber
que nuestro Ser jamás ha perdido su esplendor y de que además contamos a
cada instante con la Ayuda en el proceso de recordarlo?
José V. Mandé.