Pregunta#1382:
Cómo sabemos en realidad que hemos perdonado a otros o a una situación y
cómo es que realmente se puede hacer? Lo repetimos de palabra como un
mantra, ‘te perdono,’ hasta que comencemos a sentir que en realidad
queremos hacerlo? Por ejemplo, Estoy intentando perdonar a mi empresa y a
las condiciones insufribles de vida y de trabajo que tengo que
soportar. La vida en un presunto cuerpo es ya suficientemente dura sin
tomar en cuenta las dificultades adicionales de aceptar las condiciones
de vida que se encuentran por debajo de los estándares mínimos, como en
algunos países del tercer mundo. Yo le pido guía al Espíritu Santo, pero
es una petición que se enfoque en la supervivencia y las condiciones
materiales algo muy burdo? Cómo puedo además estar seguro que es el
Espíritu Santo quien responde y no mis preferencias personales?
Respuesta:
No hay nada en un Curso de Milagros, o en sus enseñanzas de perdón, que
recomiende permanecer en situaciones que te hacen sentir miserable o
que amenacen con tu salud o tu bienestar. Esto no es el enfoque gentil
que provee el Curso para fomentar la espiritualidad. Mientras creamos
que somos un cuerpo, es muy natural el querer vivir y trabajar en
condiciones que llenen nuestras expectativas personales
de vida y no es incorrecto, o espiritualmente desacertado, el pensar
acerca de eso. Negar nuestras necesidades corporales o psicológicas es
algo que Jesús muy cuidadosamente nos pide que no hagamos
(T.2.IV.3:8-11). El camino del Curso es un camino gentil, que sale a
nuestro encuentro precisamente donde creemos estar.
El
perdón no puede alcanzarse forzándote a ti mismo a que creas en algo
que realmente no crees, o que hagas algo que realmente no quieres hacer.
Todos tenemos mentes divididas, lo cual significa que una parte de
nosotros quiere en realidad aprender este curso, mientras que la otra
parte se resiste con uñas y dientes. Pero de nuevo, este es un camino
gentil, por consiguiente, pone su enfoque en nuestra “dosis de pequeña
voluntad” para hacer lo que se nos pide que hagamos. Así que en lugar de
repetir de boca palabras que esperamos sean algún día algo más que
palabras, sería de mucha más ayuda reconocer cuánto no quieres perdonar a
tu empresa y cuán dispuesto estás a responsabilizarla de tu miseria,
sintiéndote perfectamente justificado cuando lo haces. Esto es más
honesto.
Entonces
puedes simplemente mirar la dinámica del ego sin juzgarte a ti mismo
por ella, sabiendo de antemano que Jesús tampoco te juzga por eso. El
Amor nunca juzga. En algún momento te darás cuenta que tus juicios
acerca de tu empresa te impedían estar en paz y que no vale la pena
continuar haciéndolo. Llegarás a darte cuenta entonces de que “tiene que
haber otra manera.” Esto no quiere decir ---vamos a repetirlo--- que te
tienes que quedar en una determinada situación hasta que perdones. La
misma lección aparecerá en otras circunstancias, de eso puedes estar
seguro, así que no le hagas caso a la voz del ego que te dice que tengas
miedo de perder la única oportunidad que tienes de deshacerte de él.
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