Pregunta#470: En tu respuesta a la
pregunta #231, argumentas muy adecuadamente: “Estamos avocados a llenar
el vacío dejado por nuestra aparente separación de Dios con toda clase
de sustitutos de Su Amor que nunca nos satisfarán de verdad.” Aunque
intelectualmente puedo aceptar esto por completo, algunas veces llego a
experimentar este vacío a tal extremo y con un dolor psicológico tan
intenso que casi me hace sentir enfermo físicamente. A veces el ego
intenta que yo me compense mediante tonterías como el exceso de consumo
(por ejemplo, música, comida, aprendizaje etc.), casi al punto de la
codicia. Cómo hago para llenar este agujero negro (que ni siquiera está
ahí) con Su Amor? El decir que no hay agujero no hace desaparecer la
ilusión. Aunque Jesús enseña que el Amor de Dios es todo lo que soy, la
ilusión del vacío está presente, y yo no me encuentro en paz. Debería
simplemente aceptar que Dios me acepta donde yo estoy dándome la
bienvenida? O simplemente me estoy tomando todo esto demasiado en serio
ya que después de todo no hay nada real en este mundo?
Respuesta: El dolor de la profunda sensación de vacío que describes es el
resultado inevitable al elegir la separación y se encuentra presente, en
alguna manera, en el corazón de cada forma separada. Puede encontrarse
camuflado, anestesiado temporalmente o reprimido, pero es en realidad la
fuerza motora detrás de cada búsqueda de alivio y de placer en el
especialismo. Tu consciencia acerca de esto es un paso importante en el
proceso de deshacer la creencia en la separación y de aprender a
identificarte con el amoroso Ser que se encuentra igualmente presente en
todos.
Estás
en lo cierto cuando comentas que cuando te encuentras en las garras de
la agonía de la separación, no es reconfortante que simplemente sepamos
que el vacío en realidad no existe. Muchos estarán de acuerdo contigo en
esto. No hay nada que puedas hacer para llenar ese vacío porque no
puede ser llenado. No existe substituto para nuestra verdadera
Identidad, porque no puede haber un opuesto a la verdad. Cuando se niega
esto, lo que queda es la nada; este es el vacío. La única manera de
sanar el dolor de la separación es no eligiéndola. Únicamente esto puede
obliterar la experiencia del vacío y esto se logra mediante el perdón:
“El perdón es la sanación de la percepción de la separación”
(T.3.V.9:1).
Reconocer
el dolor y su verdadera fuente es un buen comienzo. Tomar la
responsabilidad de haber elegido la separación en alguna de las formas
del especialismo es otro paso importante. Un Curso de Milagros no nos
está enseñando a llenar el vacío, sólo a practicar el perdón. La
respuesta a tu pregunta puede encontrarse en las preguntas que Jesús nos
hace: “ Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? Hasta qué punto
deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y
el dolor? Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque
formuladas de manera diferente. En el perdón reside tu paz, pues en él
radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de
pecado y muerte, de locura y asesinato, así como de aflicción y pérdida.
(T.29.VI.1:1,2,3,4).
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