Pregunta#571:
Un Curso de Milagros enseña que el mundo que veo es el mundo que he
proyectado con mi mente. También dice que una vez que todas las
ilusiones hayan sido perdonadas trayéndolas al Espíritu Santo, veré un
mundo hermoso, no muy diferente al Cielo. Jesús alcanzó este estado,
pero el mundo que él estaba viendo era uno donde él fue clavado en una
cruz y asesinado, difícilmente el mundo “real” al que se hace referencia
en el Curso.
Respuesta:
Cuando el Curso habla del mundo real se refiere al contenido de la
mente, en lugar del mundo físico que puede verse con los ojos del
cuerpo. Tal y como señalas, Jesús vio las acciones de aquellos que lo
crucificaron y se vio a sí mismo en la cruz, pero el sabía que nada de
eso tenía ningún significado puesto que él no estaba identificado con el
cuerpo. Mientras que el ego nos dice que la crucifixión es el no va más
de la victimización, Jesús se refiere a ella como una “jornada inútil”
(T.6.I.2:6). Esa es la perspectiva desde el mundo real y no significa
que Jesús llevara puestas gafas de color de rosa, cambiara lo que el
cuerpo hacía o sentía ni que estuviese rodeado de belleza física.
Sabiendo quién era como el inocente Hijo de Dios, Jesús veía solo
totalidad y no se percibía a sí mismo como una víctima. Estaba en la
indefensión ya que sabía que no podía ser dañado y por consiguiente, era
libre de ver las cosas como en realidad son. Por lo tanto, lo que
constituye el mundo real es no confundir las ilusiones con la verdad.
Debido a que lo que es ilusorio no tiene efectos, los eventos en el
mundo de la ilusión son entonces vistos como sin sentido. Para los
estudiantes de Un Curso de Milagros, esto se logra con el proceso de la
Expiación, en el cual todas las relaciones son transformadas mediante el
perdón. El mundo real continuará eludiéndonos mientras sigamos
aferrados a nuestra identidad corporal y elijamos creer que el mundo
contiene algo (lo que sea) que deseamos. “El mundo real ciertamente se
puede percibir. Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no
percibir nada más” (T.11.VII.2:6,7).
Cuando
se toma finalmente la elección de aceptar únicamente la percepción del
Espíritu Santo, lo cual es la elección de no creer las mentiras del ego
acerca de quiénes somos, el aparente dolor y el aparente terror del
mundo, tal como el cuerpo los ve, desaparecerán de nuestra consciencia.
De ésta manera queda la meta de nuestro aprendizaje alcanzada; el amor
reemplaza completamente al miedo y se alcanza entonces el mundo real. Es
esta consciencia de la presencia del amor lo que es similar al Cielo,
precediéndolo en nuestra experiencia: “Percibir únicamente el mundo real
te conducirá al Cielo real, ya que te capacitará para comprenderlo”
(T.11.VII.3:9).
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