Según un Curso de Milagros, ¿Cómo las personas con enfermedades mentales -leves e incluso profundas- pueden llegar a sanar? ¿Cómo despertar del sueño que nunca existió? ¿Qué sentido tiene su existencia y su función en el Plan de la Salvación? ¿Ayudan a sus hermanos a ver el Cristo en ellos? ¿Los ayudan a amar incondicionalmente?
Respuesta: En primer lugar me gustaría hacer una aclaratoria: A lo que nosotros nos referimos como mente es a "algo" dentro del cuerpo. Bien sea al cerebro, o a la actividad que toma lugar en el cerebro, o algo que interactúa con el cuerpo pero que definitivamente se encuentra dentro del cuerpo. El Curso llama mente al agente creativo del Espíritu. Todos nosotros somos UNA mente. Esta mente se encuentra fuera del espacio y del tiempo, albergando el deseo de separarse de Su Fuente por lo que aparenta estar dividida y en guerra contra sí misma y, como consecuencia de esa creencia, se fabrica (y se mantiene) el mundo de la percepción donde ahora la mente puede experimentarse a sí misma divida, como si la separación ahora fuese real, ya que en nuestra experiencia las mentes parecen ser muchas, distintas, separadas y contenidas en cuerpos distintos y separados. Esa es nuestra experiencia. Sin embargo; el Curso nos dice:
Se te ha dado el conocimiento de que eres una mente, de que te encuentras en una Mente [la de Dios], por siempre libre de pecado [de que la separación de la Fuente Jamás ha ocurrido y nunca será posible] Lección 158 UCDM.
Cuando preguntas ¿Cómo las personas con enfermedades mentales -leves e incluso profundas- pueden llegar a sanar? estás implicando no solo que ya le has dado realidad a que no se encuentran en la Mente de Dios, también estás implicando que las personas con "enfermedades" en el cerebro sanarían si sus síntomas físicos/psicológicos fuesen como los que tú consideras normales, sanos, sino que por encima de todo, estás astutamente apartando de ti la enseñanza del Espíritu que te corresponde al trasladar tu preocupación (lo cual estamos programados para entender como afecto, caridad etc y NO como ataque) sobre éstos hermanos --los que sufren enfermedades "mentales"-- ya que están "peor" que tú y se encuentran incluso más imposibilitados de acceder a la sanación. Si observamos esto detenidamente, no vemos sino la 1era ley del caos en acción: Estamos dando testimonio de la creencia (en la mente) de que hay distintos grados de verdad, jerarquía de ilusiones, grados de enfermedad.
Todo forma parte del mismo montaje para que la mente que eres no pueda regresar a la conciencia de que:
Lo que Un Curso de Milagros nos quiere enseñar podría resumirse en "No hay grados de dificultad en los milagros" Para el Espíritu Santo todas las ilusiones son sólo eso, ilusiones. La verdadera pregunta entonces es: ¿Porqué no puedo ser entonces consciente de la realidad sino sólo de las ilusiones? Es por eso que Jesús, al comienzo del texto, ya les advierte a sus estudiantes:
La sanación es entonces la liberación del miedo a permitir que el Espíritu Santo le recuerde a la mente que nada ha sucedido, que no hay razón para la culpa y el miedo ya que el pecado [la separación de Dios] jamás ha tenido lugar.
La alternativa a esa decisión de aceptar la Expiación para uno mismo es permitir que la liberación del miedo se lleve a cabo gentilmente, a nuestro propio ritmo, aprendiendo los específicos en las situaciones concretas que creemos que conforman nuestra vida. El mundo no es un lugar alegre (tiene sin embargo un uso feliz, que es ser una aula del perdón, donde a cargo del Espíritu Santo, podremos llegar a reconocer que la culpabilidad jamás tuvo razón de ser abrigada); Jesús nos dice en el Curso:
En nuestra experiencia parece ser el cuerpo y el cerebro quién aprende, pero el cuerpo no hace sino responder a las intenciones de la mente. Presumir que un cerebro inhabilitado por las circunstancias hace que la mente no pueda aprender es reforzar la creencia inconsciente de que el cuerpo es causa y no efecto. Y esto es lo que la mente que desea ser un ego intenta enseñarse a sí misma de muchas maneras. Pero lo cierto es que quien aprende es la mente, y la única y verdadera lección que tiene que aprender [recordar] la mente es que ... no es un cuerpo, es libre pues es aún tal como Dios la creó.
Los medios que la mente ha elegido para ocultarse de la Verdad son puestos (a decisión de la misma mente, aunque aparente ser el cuerpo quien tome esa decisión) al servicio del Espíritu Santo para que gentilmente le recuerde a la mente que... es libre pues es aún tal como Dios la creó. No se trata de que el Espíritu nos envía lecciones de perdón en formas retorcidas, sino que bajo Su Guía, las formas (retorcidas y también las aparentemente agradables) sirven a los propósitos del Plan de Salvación de Dios: ¡Que cada mente acepte la Expiación para sí misma, porque eso es lo que ya ha hecho! Es con esa aceptación cómo la mente se despierta del sueño que nunca sucedió. Desde la perspectiva donde creemos estar, esto no se entiende. Pero sí podemos aprender a poner en duda la interpretación que nuestro ego hace de las situaciones de nuestra vida, pues es la manera de abrir nuestra mente a que el Espíritu Santo nos libere de la creencia en la culpa y en el miedo a escuchar su Respuesta.
El convivir con una persona que tenga síntomas de discapacidad, dolorosos, etc. se convierte en una lección de perdón, generalmente a largo plazo. Pero no es que el Espíritu no quiera darnos la Respuesta enseguida. ¡Ya la tenemos! Solo que tenemos miedo a aceptarla. Esto se convierte entonces en un proceso donde poco a poco se construye nuestra confianza y se integra cada vez más en nosotros la certeza de que no hay razón para el miedo. Tendemos a empatizar con el dolor y el sufrimiento, porque eso refuerza la creencia inconsciente en mi mente acerca de la realidad del cuerpo de mi hermano (y por ende del mío). No se trata de no hacer en la forma cosas que aliviarían el dolor y el sufrimiento, sería incluso tonto no hacerlo. La idea es atender los síntomas sin creerse que por eso ya se soluciona la causa.
Lo que Jesús nos está enseñando es a llevar nuestra atención a donde de verdad está el problema, cuando nos dice:
Todo forma parte del mismo montaje para que la mente que eres no pueda regresar a la conciencia de que:
No eres un cuerpo. Eres Libre.
Pues aún eres tal como Dios te creó.
UCDM. 6to repaso. Pág 419.
Antes de que los obradores de milagros [esos quienes ya estén dispuestos a permitir las lecciones de perdón que el Espíritu Santo quiere impartirles] estén listos para emprender su función en este mundo [el perdón], es esencial que comprendan cabalmente el miedo que se le tiene a la liberación. T.2.V.1:1.Es el miedo que inevitablemente siente toda mente que desee ser especial (que alimente la creencia de que no solo desea ser distinto de la Fuente sino que además lo ha conseguido) y que por consiguiente se crea una criatura del ego ya que "pensar" de forma distinta a Dios no es sino pensar como ego. En presencia del Recuerdo de Dios (el Espíritu Santo, Jesús) en nuestras mentes, nuestra identidad de ego desaparece, pero al identificarnos con el ego, no podemos sino sentir que se trata de nuestra propia muerte. Déjame recordarte que estoy hablando a nivel de la mente.
La sanación es entonces la liberación del miedo a permitir que el Espíritu Santo le recuerde a la mente que nada ha sucedido, que no hay razón para la culpa y el miedo ya que el pecado [la separación de Dios] jamás ha tenido lugar.
La alternativa a esa decisión de aceptar la Expiación para uno mismo es permitir que la liberación del miedo se lleve a cabo gentilmente, a nuestro propio ritmo, aprendiendo los específicos en las situaciones concretas que creemos que conforman nuestra vida. El mundo no es un lugar alegre (tiene sin embargo un uso feliz, que es ser una aula del perdón, donde a cargo del Espíritu Santo, podremos llegar a reconocer que la culpabilidad jamás tuvo razón de ser abrigada); Jesús nos dice en el Curso:
El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. T.13.int.2:2-4.El dolor y el sufrimiento es la constante en un mundo que sueña la mente repleta de culpa y que por consiguiente está convencida de que tiene que sufrir y que merece ser castigada. Es de ese sueño de castigo de donde tiene que despertar el Hijo de Dios [todos y c/u de nosotros... y aquí no sólo se habla de homo sapiens] y lo hace mediante el aprendizaje del perdón, independientemente de cuál sea la herramienta/símbolo que la mente crea estar usando para ello.
En nuestra experiencia parece ser el cuerpo y el cerebro quién aprende, pero el cuerpo no hace sino responder a las intenciones de la mente. Presumir que un cerebro inhabilitado por las circunstancias hace que la mente no pueda aprender es reforzar la creencia inconsciente de que el cuerpo es causa y no efecto. Y esto es lo que la mente que desea ser un ego intenta enseñarse a sí misma de muchas maneras. Pero lo cierto es que quien aprende es la mente, y la única y verdadera lección que tiene que aprender [recordar] la mente es que ... no es un cuerpo, es libre pues es aún tal como Dios la creó.
Los medios que la mente ha elegido para ocultarse de la Verdad son puestos (a decisión de la misma mente, aunque aparente ser el cuerpo quien tome esa decisión) al servicio del Espíritu Santo para que gentilmente le recuerde a la mente que... es libre pues es aún tal como Dios la creó. No se trata de que el Espíritu nos envía lecciones de perdón en formas retorcidas, sino que bajo Su Guía, las formas (retorcidas y también las aparentemente agradables) sirven a los propósitos del Plan de Salvación de Dios: ¡Que cada mente acepte la Expiación para sí misma, porque eso es lo que ya ha hecho! Es con esa aceptación cómo la mente se despierta del sueño que nunca sucedió. Desde la perspectiva donde creemos estar, esto no se entiende. Pero sí podemos aprender a poner en duda la interpretación que nuestro ego hace de las situaciones de nuestra vida, pues es la manera de abrir nuestra mente a que el Espíritu Santo nos libere de la creencia en la culpa y en el miedo a escuchar su Respuesta.
El convivir con una persona que tenga síntomas de discapacidad, dolorosos, etc. se convierte en una lección de perdón, generalmente a largo plazo. Pero no es que el Espíritu no quiera darnos la Respuesta enseguida. ¡Ya la tenemos! Solo que tenemos miedo a aceptarla. Esto se convierte entonces en un proceso donde poco a poco se construye nuestra confianza y se integra cada vez más en nosotros la certeza de que no hay razón para el miedo. Tendemos a empatizar con el dolor y el sufrimiento, porque eso refuerza la creencia inconsciente en mi mente acerca de la realidad del cuerpo de mi hermano (y por ende del mío). No se trata de no hacer en la forma cosas que aliviarían el dolor y el sufrimiento, sería incluso tonto no hacerlo. La idea es atender los síntomas sin creerse que por eso ya se soluciona la causa.
Lo que Jesús nos está enseñando es a llevar nuestra atención a donde de verdad está el problema, cuando nos dice:
No sabes lo que es curar... Hazte a un lado tranquilamente y deja que la curación se lleve a cabo por ti. Mantén un sólo pensamiento en la mente y no lo pierdas de vista, por muy grande que sea la tentación de juzgar cualquier situación, y de determinar tu reacción basándote en los juicios que has hecho de la misma. Concentra tu mente sólo en esto:
No estoy solo y no quiero imponer el pasado a mi Invitado.
Lo invité y Él está aquí.
No tengo que hacer nada excepto no interferir.
T.16.I.3.
Autor: José Vicente Mandé.
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