lunes, 25 de abril de 2016

¡Por favor, ten tú la culpa... así yo no tengo que perdonar!

Después de un tiempo de estudio y práctica con Un Curso de Milagros es evidente que, el dejar de juzgar y/o no caer en la tentación de sentirse injustamente tratado, ha resultado ser más difícil de lo que suponíamos. ¿A qué se debe esto?
¿De qué nos 'salvan' nuestros juicios y porqué seguimos adorando el papel de víctima?
No nos olvidemos que al comienzo del texto ya Jesús nos advierte de nuestras resistencias a soltar el ego:
"Antes de que los obradores de milagros estén listos para emprender su función en este mundo, es esencial que comprendan cabalmente el miedo que se le tiene a la liberación" T.2.V.1:1
El entrenamiento mental que provee el Curso es para poder mirar, de la mano de Jesús (con mentalidad abierta, sin juicios ni condena), al ego en nosotros: las formas que toma, los pensamientos, sentimientos y resentimientos que evoca, pero, sobre todo, a nuestra elección en favor del ego. Recuerda que en sí el ego no es nada, es nuestro deseo de abrigarlo y la lealtad que le guardamos lo que le confiere vida y poder sobre nosotros.

No necesitaríamos trabajar con el Curso si nuestro deseo de sanar fuera ya indiviso.

Mientras aún no "deseemos la paz de Dios de todo corazón" tendremos 'necesidad' de comprar la inocencia a costa de la culpabilidad de otro, ya que habremos internamente elegido al ego como guía y, de acuerdo al ego, para que yo sea inocente algo externo a mi tiene que ser culpable. Es la consecuencia inevitable de apostar internamente por lo falso, por la culpa, por el especialismo y la identidad individual e ilusoria, autónoma de Dios. Se proyecta esta decisión sobre el mundo y se percibe [contempla e interpreta] de tal manera que la proyección quede protegida, para que la elección por el ego quede aún más encubierta.
"La proyección da lugar a la percepción" T.21.in.1:1
De manos del ego lo que nos queda es elaborar estrategias para "conducir a nuestro hermano por un precipicio execrable y arrojarlo por el, mientras nos movemos por el sombrío bosque de los invidentes" y poderle demostrar culpable ante dios y que su ira recaiga sobre mi hermano, para que su culpa demuestre mi inocencia.

¿No es mejor alegrarse recordando que "lo que las ilusiones parecían separar es por siempre uno en la Mente de Dios"? Seguimos siendo "tal como Dios nos creó ya que Él no cambia de parecer respecto a Su Hijo"

Entender que el miedo a sanar no es sino parte de la misma demencia del deseo de ser especial y de la apuesta por un ego para protegerlo y, entender que mis juicios, resentimientos, sensaciones de injusticia etc. no son sino formas de miedo que me impiden el cambio de mentalidad necesario para aceptar la salvación, es lo que hace que ya no tengan poder sobre mi conciencia y dejen de nublar la otra alternativa que el milagro me muestra.

Ya no deseo el propósito que sirven y las "defensas que no son necesarias voluntariamente se abandonan"

Ante la dificultad de soltar ciertas formas de miedo recordamos que en nosotros hay Quién puede recordarnos que "no hay grados de dificultad en los milagros" y que no tiene ningún sentido "esperar por el Cielo"