miércoles, 6 de diciembre de 2017

Preguntas y respuestas Facim: ¿Es correcto sentir que tenga que pedir alguna señal, una "zarza ardiente"?

Pregunta#1023: Estoy pasando por una noche oscura del alma. Esto tiene directamente que ver conque un miembro de mi familia ha sido diagnosticado con una enfermedad terminal. Yo me repito hasta la saciedad que la enfermedad es una ilusión, pero dentro de mi cabeza la pequeña vocecita no para de decirme que no hay Dios y que Un Curso de Milagros es un engaño. No quiero sentirme así. Le he pedido al Espíritu Santo que me dé mi propia “zarza ardiente.” ¿Cómo podemos saber que Dios existe y que el Curso es la palabra de Dios?
  
Respuesta: Cuando nos toca acompañar a un ser querido en su paso por una enfermedad terminal, la mayoría de nosotros desesperadamente anhela ser consolados. Aunque el mensaje en Un Curso de Milagros ---que el mundo fenoménico es enteramente un sueño y que permanecemos en nuestro hogar en el Cielo--- sea reconfortante, no es consolador en lo más mínimo para la parte de nuestras mentes que se sienten perturbadas por los sucesos de este mundo. Para el ego, la idea de que todo aquí es una ilusión es el pensamiento más perturbador de todos.

Por lo tanto, cuando estemos atravesando por una aguda perturbación, lo último que necesitamos hacer es flagelarnos a nosotros mismos con la idea de que esto no es real. En lugar de eso, lo que necesitamos es hacer lo que podamos para consolarnos y cuidar de nosotros mismos.

Recuerda que el Curso nos dice “...es casi imposible negar su existencia [la del cuerpo] en este mundo” y que hacer eso es “dedicarse a una forma de negación particularmente inútil” (T.2.IV.3:10,11). Y prosigue cuando al final del texto nos dice que cualquier cosa que veamos real en este mundo “quiere persuadir al Hijo de Dios que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir” (T.31.VIII.1:2). En otras palabras, el Curso reconoce que todos aquí nos encontramos sumidos en una gran cantidad de dolor y no nos pide que pretendamos que no es así. Es justo lo contrario, el Curso nos pide que miremos honestamente a nuestro dolor.

Necesitamos hacer esto porque no podemos escoger las partes de nuestra experiencia en las que creer. Mientras creamos que cualquier cosa aquí es real ---por ejemplo, que vemos a alguien cuando nos miramos en el espejo cada mañana--- tenemos que admitir que creemos que todo aquí es real. El simple hecho de que sintamos dolor físico y psicológico nos informa lo mucho que creemos en la realidad de nuestros cuerpos y del mundo. Ciertamente, cada vez que respiramos, hay una pequeña voz que nos dice que el Curso es un engaño y que Dios no existe. De no tener esa voz, no necesitaríamos el Curso y probablemente no estaríamos aquí.

Así que, un beneficio que podemos obtener de estos momentos difíciles es, que al amplificar el miedo y el dolor que siempre estamos cargando, nos pueden ayudar a hacernos muy conscientes de lo que realmente creemos y de lo bien que nos encontraríamos si creyésemos otra cosa. La pregunta es: ¿Qué debemos creer y cómo conseguir que nosotros mismos lo podamos creer?

El Curso no afirma ser la Voz de Dios. De hecho, Jesús nos dice que “Dios no conoce la separación”(P.2.VII.1:11). Esto implica que no hay manera en la que Dios pueda saber acerca de este mundo. Más aún, el Curso establece que “el mundo fue hecho como un ataque contra Dios” para ser “un lugar donde Dios no pudiera entrar” (W.pII.3.2:4,5) .

Por lo que podemos decir que el Curso no proviene de Dios. De donde proviene es del recuerdo del Amor de Dios que Jesús encarnó y que permanece en cada una de nuestras mentes divididas. El Curso no es la verdad última, ni la única verdad. Es una herramienta, inspirada por el Amor todo abarcador y no específico de Dios. Su único objetivo es recordarnos ese Amor. No podríamos recordarlo (y emocionarnos con las enseñanzas del Curso) si ya no supiéramos acerca de él.

Con respecto a Jesús, al Espíritu Santo, a Dios... sí que los necesitamos, pero no en el mundo, sino en nuestra mente. Afortunadamente, es exactamente ahí donde se encuentran. En otras palabras, todo lo que necesitamos ya se encuentra en nuestra mente. Esta es la razón por la que el Curso hace declaraciones como: “Siempre eliges entre tu debilidad y la fortaleza de Cristo en ti” (T.31.VIII.2:3) y nos dice que “[El Espíritu Santo] Reside en la parte de tu mente que siempre habla en favor de la elección correcta porque habla por Dios” (T.5.II.8:1,2).

El Espíritu Santo no puede darte una zarza ardiente, porque el Espíritu Santo no es externo a ti. Pero una zarza ardiente no es lo que ninguno de nosotros necesita. Lo que en verdad necesitamos es un escape de nuestro dolor. Para eso, todo lo que necesitamos hacer es llegar a estar dispuestos a decir, “quizás estoy equivocado” y pedirle a Jesús o al Espíritu Santo en nuestra mente que nos lleve de la mano para que podamos mirar con él a nuestro dolor y no hacer juicios al respecto. Al hacer eso podremos ver que, aunque el dolor pueda sentirse real e insoportable; aunque nos encontremos en medio de él, existe una fuente de amor, fortaleza y paz a la cual podemos recurrir. Eso es todo lo que necesitamos creer. Y qué podría ser más consolador que eso?

Así que, permítete a ti mismo ser consolado ---el entendimiento y el conocimiento es lo que luego inevitablemente seguirá.

Link al original aquí.