Pregunta#606:
He estudiado Un Curso de Milagros desde hace quince años. La lección
que para mi se repite una y otra vez es que las diferencias no importan.
Obviamente esto es un proceso y no es fácil. Mi experiencia es que me
siento un poco apagado con esto del “calmadamente sonrío y no hago
nada”. Aún me siento superior a otros cuando me identifico con lo que el
Curso enseña al tiempo que escucho la postura que otros adoptan. Por
otra parte, también me siento inferior cuando hablo con otros que están
en un camino diferente, ya que aparentan estar muy unidos y en paz.
Entiendo que el Curso diría que no necesita hacerse nada salvo mirar con
Jesús a todo esto. Existe verdaderamente una lucha entre la mente recta
y la mente errada y yo veo que, predominantemente, me encuentro en mi
mente errada. Esto aparenta ser un proceso sumamente largo. Por lo menos
estoy consciente de ello. ¿Podrías comentar acerca de esta experiencia?
¿Estoy confundiendo niveles?
Respuesta:
No da la impresión de que estás confundiendo niveles. La práctica del
Curso puede a veces sentirse como un proceso muy largo. Pero el tiempo
es relativo y quince años no es mucho, sobre todo si consideras todas
las vidas que te ha tomado llegar a este estado de confusión! Comparar
tu experiencia con la de otros, independientemente de que estén en tu
mismo camino o en otro distinto, es ponerte en la linea de fuego del ego
atrapándote a ti mismo en diferencias irrelevantes! Sencillamente no
estamos en posición de juzgar nada de lo que nos esté sucediendo a
nosotros ni a los demás, no importa cuán insultante pueda esto resultar
para nuestros egos. Pero en nuestras mentes rectas, esa toma de
consciencia puede ser un alivio, ya que nos libera de la carga de la
responsabilidad de tener que entender lo que está sucediendo. Nada está
sucediendo (T.18.IV.7)!
Date
cuenta también de que la lucha entre la mente recta y la mente errada
es unilateral. Únicamente es el ego quien lucha. El Espíritu Santo jamás
lo hace (T.14.VII.5:2,3), ya que Él sabe la entera falta de poder del
ego y que en realidad no existen motivos para la batalla. Esta
observación puede ser la ayuda que necesites para relajarte y permitir
que el proceso simplemente suceda. No es necesario forzar ni cambiar
nada.
Debido
a que la parte que nos toca desempeñar en este proceso es tan simple
---con lo cual no estamos diciendo que sea fácil--- nos sentimos siempre
tentados a menospreciar el poder que tiene el simple acto de mirar a
nuestro propio ego sin juicios. Nuestro ego, fervientemente avocado a
mantener una actividad constante a cualquier precio, en su cruzada para
corregir errores y hacer del mundo ---su hogar, no el nuestro--- un
lugar mejor, se complace enormemente cada vez que menospreciamos la
efectividad de nuestro simple papel. Pero tal y como se nos indica en el
manual para maestros, un maestro de Dios puede darse el lujo de esperar
cuando sabe que el desenlace está asegurado (M.4.VIII.1:1,2,3,4).
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