miércoles, 6 de diciembre de 2017

Preguntas y respuestas Facim: ¿Cómo puedo determinar responsabilidades sin incurrir en juicios?

Pregunta#584: En la pregunta #371 se responde lo siguiente: “Continuarás actuando en formas que ayudarán a determinar la responsabilidad y las consecuencias apropiadas dentro del sistema para el  caso de abuso y, a la vez, protegerás al niño de abusos posteriores --- pero harás todo eso sin juicios. Y te convertirás en un recordatorio para cualquiera que se vea envuelto, que hay otra manera de mirar a lo que ha estado sucediendo de forma tal que no contenga acusación ni ataque.”
Qué es exactamente ataque y acusación? Si yo determino responsabilidades y consecuencias apropiadas, no es acaso esto un juicio y no me encuentro acusando a otro ni atacándole? O quizás estoy confundiendo niveles. Al nivel de la mente verdadera yo no juzgo a nadie puesto que no hay nadie a quién juzgar. En la ilusión yo represento el rol determinado por la situación en la que me encuentro pero permanezco consciente de la ausencia de juicio de la mente verdadera. Es esto correcto? Si es así, porqué nunca puedo hacer esto a pesar de que es un hecho para mi conocido desde hace tiempo?

Respuesta: Antes que nada, podría ser de ayuda aclarar que “sin juicios” tal y como se usa en la cita anterior, significa sin condena. Incluso dentro del mismo Curso, el juicio se usa de dos formas, una,  de la mente errada, que si contempla ataque y acusación y la otra, de la mente recta, que contempla el discernimiento entre lo que es verdadero y lo que es falso ( por ejemplo, T.4.IV.8:7,8). El juicio del ego refuerza la creencia en la separación, en el pecado y la culpa al ver al acusado diferente de nosotros mismos. El juicio de la mente recta siempre deshace nuestra identificación con el ego al ayudarnos a reconocer cómo, a nivel de contenido, somos básicamente todos lo mismo, en pugna todos con el mismo sistema de pensamiento del ego, aunque la expresión específica que tiene el ego en cada uno de nosotros pueda ser distinta.

Jesús nos dice reiteradamente en Un Curso de Milagros que somos responsables de las elecciones que hacemos y de las consecuencias que les siguen a dichas elecciones (por ejemplo, T.4.IV; T.21.II.2:3,4,5,6), pero él nunca nos condena porque que elijamos al ego ---no hay acusación alguna ni tampoco ataque en ese juicio. Pero es únicamente cuando comenzamos a reconocer que somos responsables por lo que experimentamos, cuando podemos comenzar a elegir de manera diferente. Es el ego, con su creencia en el pecado, la culpa y el miedo, quien equipara responsabilidad con acusación y, consecuencias, con castigo y ataque. Jesús está intentando ayudarnos a que miremos a las consecuencias de nuestras decisiones, sin que quedemos atrapados en los juicios morales acerca del bien y del mal que el ego nos empujaría a hacer. Jesús usa calificativos como tonto (ver por ejemplo,  W.pI.156.6:4,5), absurdo (ver por ejemplo, T.21.I.2:1; W.pI.65.7) y demente (ver por ejemplo, T.27.VI.6:3) cuando describe nuestras elecciones a favor del ego, pero él no nos condena, cualquier sensación de que nos juzga es nuestra proyección.

No se trata de que estés confundiendo niveles, sino de que confundes forma y contenido. No es la acción específica  de evaluar la responsabilidad de otro en una situación y comunicarle las consecuencias de su transgresión lo que constituye una condena o un ataque. Lo que siempre necesitamos hacer, es mirar honestamente a nuestro propósito detrás de nuestras decisiones y acciones. Quizás pueda ser de utilidad el pensar acerca de cómo podríamos hacer que un niño pequeño tome responsabilidad de un acto de agresión, como por ejemplo pegarle a su hermano menor, y entonces asignarle una consecuencia de su acto, tal como podría ser tiempo fuera de sus actividades regulares, a modo de reforzar en la mente del niño la importancia de considerar sus acciones más cuidadosamente. Todo esto puede hacerse sin ataque ni acusación. Si estamos actuando desde la mente recta, nuestro propósito  podría ser ayudar al niño a entienda y haga, en el futuro, una elección diferente acerca de cómo lidiar con la ira y con la frustración.

La situación con el abusador puede ser vista exactamente de la misma manera. Podríamos concluir que, de hecho, el abusador es un adulto que ha herido a un niño, pero podemos llegar a esa conclusión sin ira ni acusación. Sí, en otro nivel, la mente del niño ha elegido ser la víctima --- como lo hemos elegido todas las mentes identificadas con el ego, y, en un nivel aún más profundo, nada de esto es real. Pero Jesús no nos está pidiendo que neguemos nuestras experiencias aquí en el mundo. Él simplemente nos pide que tengamos la disposición de soltar los juicios de nuestro propio ego en una situación donde ya estamos predispuestos a condenar y, entonces, le pidamos a él ayuda para poder ver de otra manera a todos los envueltos en esa situación.

Por consiguiente, podríamos ser de apoyo para el abusador haciendo que cumpla una pena y sin que nuestro objetivo sea castigar. Conocer nuestro propósito requiere que hagamos una evaluación honesta de nuestros pensamientos acerca del abusador. Para decirlo nuevamente, no es la forma de nuestra decisión lo que en realidad importa sino el contenido subyacente ---acaso nosotros vemos al abusador como un pecador diferente de nosotros y merecedor de castigo o igual a nosotros y simplemente necesitado de ayuda? Si no podemos llegar a ver al niño que agrede a su hermano menor y al adulto abusador como iguales, es únicamente porque estamos identificados con nuestro ego, el cual asegura que existe una jerarquía de ilusiones (T.23.II.2).

Ahora bien, la mayoría de la gente en el mundo vería una diferencia entre el niño que le ha pegado a su hermanito y el adulto que ha abusado de un niño, pero eso únicamente demuestra cuántos de nosotros estamos aún identificados con el sistema de pensamiento del ego. Y el cambio a una nueva perspectiva no es algo que podamos hacer nosotros por nuestra cuenta. Debemos recurrir a esa gentil Presencia en nuestra mente que nos puede ver a todos como niños, aún convencidos que podemos deshacernos de nuestra culpa e ira lastimando a otros de alguna manera. Todos nosotros necesitamos ayuda y eso es justamente lo que nos hace iguales. Y en mi disposición para liberar a mis hermanos y hermanas de la condena, aprendo cómo liberarme también a mi mismo (T.12.I.4,5,6,7).

Link al original aquí.