Pregunta#246:
He estudiado y practicado un Curso de Milagros casi diariamente desde
hace 6 años. Me ha ayudado mucho, pero aún necesito ayuda para lidiar y
tratar mis adicciones. Según mi ego, soy adicta al tabaco y al alcohol.
Según Dios, soy su amada Hija. Como se reconcilia esto? No me digas que
deje de escuchar a mi ego, esto es como “luz verde” a mis adicciones. Yo
tengo la sensación de que aquí hay algo mas profundo en lo que pensar.
La ayuda profesional aparenta reforzar la enfermedad, la culpa y el
sacrificio. El Curso me dice que no tengo que hacer nada, salvo poner a
cargo al Espíritu Santo. Pero yo necesito un poco más de ayuda en cómo
dejarle a cargo, en abrirme a una lección que aún no entiendo por
completo, en no prestarle tanta atención al punto de vista del mundo.
Por favor, decirme si hay algo en el Curso de Milagros ---o en otra
parte--- que no estoy teniendo en cuenta.
Respuesta:
En primer lugar, es muy difícil para nosotros entender la naturaleza de
las lecciones específicas que tenemos en nuestras vidas. No podemos
contemplar todo el cuadro en nuestra mente, ya que aún tenemos miedo de
recobrar esa parte de nuestra identidad de la que nos hemos separado y
ocultado de nosotros mismos. En cierto sentido, sin embargo, no tenemos
que ser conscientes del porqué elegimos las condiciones que elegimos, ya
que el remedio que provee el Curso es muy claro. Independientemente de
cuáles sean las condiciones, el único asunto relevante es a quién
escogemos que nos guie a través de ellas: Al ego o a Jesús. Si elegimos a
Jesús ---o al Espíritu Santo--- será inevitable que terminemos
sintiéndonos en más paz independientemente de que cambien o no las
condiciones. Estaremos más inclinados a ser más amables y gentiles con
otros y con nosotros mismos. Si elegimos al ego, terminaremos
sintiéndonos mas culpables y desesperanzados, continuaremos teniendo
pensamientos de culpa y menosprecio y haremos a otros responsables de
nuestro infortunio. Seguiremos preocupados por el cuerpo y, en
definitiva, no estaremos en paz.
El ponerte en manos del Espíritu Santo ---tal como se nos dice en el
Curso--- incluye que aceptes la responsabilidad del estado en el que
estés. Sea cual sea. Que sueltes y dejes ir cualquier pensamiento de
culpa (tanto propia como hacia otros) y que adoptes una actitud amable y
gentil respecto a ti mismo. La lección con la que Jesús o el Espíritu
Santo nos quieren ayudar es que aprendamos que la paz de la mente no
está condicionada por la salud física o psicológica, ni por nada externo
a tu mente y que Su Presencia Amorosa ya se encuentra en tu mente. A
medida que nos concentramos en aprender esta lección, los pensamientos
que se oponen a ella emergen a la superficie, y así es como puedes
llevar esos pensamientos de ego a la Presencia del amor en tu mente,
donde ahora puedes decidir apegarte a ellos o dejarlos ir. La paciencia y
la gentileza se pondrán de manifiesto garantizándote que dejarás ir a
tus adicciones cuando estés dispuesta y que no es algo pecaminoso ni
vergonzoso. Nada de lo que hagamos con nuestros cuerpos puede tener
efecto alguno en el amor que se resguarda para nosotros en nuestra mente
recta.
De esta forma, el ponerte a ti misma en manos del Espíritu Santo no significa que ahora es Su tarea el hacer algo con respecto a tus adicciones. En lugar de eso, lo que significa es que has elegido usar la manera de mirar del Espíritu Santo a lo que está sucediendo en lugar de mirar con la del ego, la cual siempre te dejará creyendo que eres un cuerpo vulnerable y victimizado.
Finalmente,
la elección de buscar ayuda profesional puede muchas veces ser una
respuesta amorosa a la petición de ayuda escondida detrás de todo
auto-odio y culpa. Puede ser una expresión de amabilidad hacia nosotros
mismos como una manera de deshacer ese auto-odio. Por lo que comentas,
sin embargo, da la impresión de que ya has intentado tratamientos y
métodos convencionales y que no han sido de ayuda. Hay más sobre esto
en las preguntas 30, 57 y 119 *
En
el caso de que pudiese ser de ayuda, resumiremos las explicaciones que
nos da el Curso que pueden ser aplicadas a condiciones como las
adicciones. Aunque el término adicción no se usa explícitamente en el
Curso, una adicción no es más que una relación especial, y en el Curso
si que se trata extensamente el tema de las relaciones especiales.
Con frecuencia, las adicciones son el resultado de sentimientos de
auto-odio y culpa insoportables. El dolor suele ser tan grande que tiene
que ser neutralizado de alguna manera. La indulgencia excesiva en el
alcohol y cigarrillos (o en muchas otras formas: comida, sexo, riqueza,
lujuria etc.) suele provenir de la necesidad de acallar y anestesiar
este dolor.
El abusar de tu cuerpo mediante adicciones, puede también ser una
manera de castigarte a ti misma por ser una “mala” persona, una
creencia que tu auto-odio y culpa atestiguarían. Puede que sea también
un mecanismo para castigar a alguien más: Podrías encontrarte señalando a
un tercero diciendo “es tu culpa que yo sea así, tu me has convertido
en lo que soy.” Parafraseando una línea del texto podemos decir:
“Contémplame hermano, en tus manos soy una adicta” (T.27.I.5:6)… o
también, “yo soy lo que tu has hecho de mi, y cuando me contemplas
quedas condenado por razón de lo que soy” (T.31.V.5:3). Todos tenemos la
necesidad de deshacernos del dolor de nuestro auto-odio y culpa, a tal
punto que inclusive estamos dispuestos a sufrir intensamente si tan solo
con eso podemos culpar a alguien más. La ganancia secundaria aquí
reside que entonces nos podremos sentir como una víctima inocente de lo
que alguien más nos ha hecho.
Al
igual que con cualquier otra forma de enfermedad ---física o
psicológica--- el ser adicto refuerza la creencia de que el cuerpo es
real y de que puede ser victimizado. Cuando nos preocupamos por el
cuerpo en alguna de (o de todas) estas maneras, es muy probable que
previamente hayamos tomado la decisión de mantener alejado de nuestra
consciencia nuestra verdadera identidad como espíritu. Cualquier forma
de preocupación con el cuerpo es una defensa contra la verdad. La verdad
acerca de nosotros mismos puede ser tan aterradora para nosotros
---cada vez que le permitimos emerger a nuestra consciencia aunque sea
una milésima de segundo--- que estamos dispuestos a hacer lo que sea
con tal de que la posibilidad de recordar nuestra identidad desparezca
del mapa. Así que nos percibimos como individuos “sin mente” (la clase
de mente que dice el Curso que tenemos, que es capaz de tomar la
decisión a favor del Espíritu Santo **) en el sentido de que ahora
aparenta que estamos a merced de fuerzas más allá de nuestro control.
Nuestra auténtica belleza y fortaleza como Hijo de Dios puede ser tan
aterradora para nosotros que preferimos sustituirla con una identidad de
dependencia y debilidad. Entonces reprimimos el origen de esta nueva
identidad y se la atribuimos a algún factor en nuestro cuerpo, en el de
otros o a alguna condición en el mundo.
Para resumir, el asunto real es: Ya que la adicción se encuentra ahí,
qué puedo hacer? Jesús nos recuerda que debemos pensar únicamente en
función de propósito: “para qué es?” (T.17.IV.2:2). Sabemos que para el
ego, el propósito de las adicciones es reforzar la culpa y que para el
Espíritu Santo, el propósito se cambia, y la situación se vuelve un
medio en el que se deshace la culpa. “El Hijo de Dios no puede hacer
ninguna elección que el Espíritu Santo no utilice en su favor y no en su
contra” (T.25.VI.7:5). Finalmente siempre se reduce a reconocer si has
elegido al Espíritu Santo o al ego como maestro.
* Sección preguntas y respuestas (facim), de la cuál ha salido este escrito…
** Nota del traductor
Link al original aquí.