Pregunta#324:
A veces siento que elegir ver paz, desde mi punto de vista, es hacer
algún tipo de negación. Sé que puedo mirar a una situación y ver paz.
Frecuentemente eso es lo que hago y se alivia la tensión y mi
pensamiento de paz me brinda una sensación de tranquilidad. Pero algunas
veces un ataque de miedo, rabia y sentimientos de culpa, me toma por
sorpresa en una situación difícil que se sigue perpetuando, la cual yo
pensaba que estaba muy próxima a ser sanada y, lo que siento entonces,
es que yo había estado negando esos sentimientos y sensaciones cuando
veía la paz. Me da la impresión de que para sanarlos tengo que
permanecer en esas emociones algún tiempo, no intentar ver paz sino
sentir realmente el miedo y permitirme estar sin paz por un rato. Yo
siento que si intento estar en paz en el mismo instante en que comienza
mi angustia, lo que estaré haciendo es sencillamente ocultar el miedo y
no tendré claro qué es lo que estoy trayendo hacia la luz para que lo
sane. No estoy en el punto en el que realmente puedo observar el miedo y
estar en paz al mismo tiempo. Estoy siguiendo el camino de Un Curso de
Milagros con ésta práctica?
Respuesta:
Una pregunta muy honesta, que indica una profunda reflexión. Es cierto
que nuestros egos pueden engañarnos a veces haciéndonos creer que hemos
elegido la paz cuando lo que en realidad ha sucedido es que el ego se
volvió a salir con la suya. No obstante, no pienses que tienes que
catalogar de fraudulentos todos tus momentos de paz simplemente porque
no son permanentes. No te olvides de que tenemos miedo del resultado de
lo que la paz genuina trae consigo ---una desidentificación del ser que
creemos que somos--- y es por causa de ese miedo, que fluctuaremos entre
la paz y el conflicto a medida que progrese nuestro aprendizaje. El
hecho de que el miedo en una situación recurrente y difícil en
particular aparente ser más intenso que nunca, no invalida ninguna
experiencia de paz que podamos haber tenido en situaciones similares en
el pasado.
Cada
sistema de pensamiento ---el del ego y el del Espíritu Santo--- es
total, y cada vez que elijamos alguno de ellos, una vez que lo hayamos
elegido, hace que en ese momento estemos completamente identificados con
él, independientemente de nuestras elecciones hechas en el pasado, y
podremos experimentar todo un abanico de emociones que acompañan esa
elección. Es de mucha ayuda recordar que nunca es la situación externa
---cualquiera que ésta sea--- la causante de nuestra pérdida de paz (la
situación no es otra cosa que un símbolo sobre el cual hemos proyectado
nuestra culpa oculta). Así que el miedo proviene en realidad de una
percepción interna de que somos culpables y pecadores por haber atacado a
Dios y merecemos ser castigados. Cualquier situación externa puede ser
usada como pantalla sobre la cual proyectamos este pensamiento
---algunos símbolos son sencillamente mas potentes y resistentes al
perdón!
Habiendo
dicho esto, es importante añadir que: si, necesitamos mirar
honestamente a nuestra culpa y miedo antes de que podamos dejarlos en
manos de la luz. Elegir paz no es simplemente una fórmula a ser aplicada
cada vez que nuestra culpa y miedo emerjan a la superficie, para volver
a sepultar nuevamente esas sensaciones. Y la verdad es que aún queda
una parte de nosotros que no desea paz mientras estemos identificados
con el ego. Jesús deja esto muy claro en las líneas iniciales de la
lección 185: “Deseo la paz de Dios. Decir estas palabras no es nada,
pero decirlas de corazón lo es todo” (W.185.1.h,1,2). Aprendemos a
desear la paz observando lo que hemos elegido en su lugar y reconociendo
su costo. Y a medida que transcurre el tiempo y que nos permitimos a
nosotros mismos mirar honestamente a lo que hemos elegido sin juzgarnos
por esa elección, la verdadera alternativa se vuelve cada vez más
deseable.
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