martes, 5 de diciembre de 2017

Preguntas y respuestas Facim: La quietud del Espíritu Santo

Pregunta#77:  ¿Porqué el Espíritu Santo habla con voz tan baja? Parece que sería más fácil que siguiéramos su guía si a veces pudiera gritar.

Respuesta: ¡Te unes a un coro de cientos de estudiantes de Un Curso de Milagros quienes fervientemente le suplican al Espíritu Santo que suba un poco el volumen! Desafortunadamente, o más bien afortunadamente, el problema reside en nuestro lado de la conexión, lo cual quiere decir que tiene que ver con una elección que estamos tomando, la cual podemos ahora cambiar. Lo que hace que la Voz del Espíritu Santo parezca inaudible es toda la interferencia que estamos generando,  lo mismo sucede cuando las transmisiones de radio no se reciben con claridad debido a la estática:  No hay ningún defecto con la señal, el problema se encuentra en el extremo que recibe la señal y no en el que la envía, Jesús nos lo señala en lo que parece ser un gentil reproche: “¿Qué respuesta del Espíritu Santo podría llegar hasta ti, cuando a lo que escuchas es a tu deseo de ser especial, que es lo que pregunta y lo que responde? Tan sólo prestas oídos a su mezquina respuesta, la cual ni siquiera se oye en la melodía que en amorosa alabanza de lo que eres fluye eternamente desde Dios a ti. Y este colosal himno de honor que amorosamente se te ofrece por razón de lo que eres parece silencioso e inaudible ante el “poderío” de tu especialismo. Te esfuerzas por escuchar una voz que no tiene sonido, y , sin embargo, la llamada de Dios mismo te parece insonora” (T.24.II.4:3,4,5,6).
Esta enseñanza se refuerza en el manual cuando Jesús nos dice, “son muy pocos los que pueden oír la voz de Dios” (M.12.3:3). Esto no es fácil de aceptar, pero, en lugar de desanimarnos, podemos ahora comenzar a estar agradecidos de que al menos sabemos cuál es el problema, y que podemos trabajar mano a mano con nuestro amoroso hermano Jesús para reinstaurar la comunicación a su perfecto nivel de claridad. Si somos verdaderamente honestos con nosotros, llegaremos a asentir con la cabeza acerca de la validez de la razón que nos da Jesús por la cual no podemos escuchar la Voz del Espíritu Santo.
A medida que trabajamos con el Curso, se hace cada vez más evidente que los dos requerimientos fundamentales que Jesús nos pide son humildad y honestidad. Es profundamente humillante encontrarse con tantos y tantos pasajes en el Curso donde Jesús nos dice que estamos errados absolutamente acerca de todo lo que pensamos y hemos pensado, y que sencillamente somos niños espirituales, e incluso, nos compara a veces con bebés. (por ejemplo., T.4.II.5:2). Jesús habla igualmente acerca de los métodos de los que él tiene que valerse para llegar a nosotros, puesto que hemos erigido en nuestras mentes muchos obstáculos a la verdad. Por ejemplo, “¿Cómo puedes enseñarle a alguien el valor de algo que él mismo ha desechado deliberadamente? (T.4.VI.5:1). Mas aún, hay muchos párrafos donde Jesús nos habla acerca del “daño” que le hemos causado a nuestras propias mentes; como por ejemplo en “...lo que has hecho para hacerle daño a tu mente, la ha vuelto tan antinatural que no recuerda lo que le es natural” (T.16.II.3:1). Es muy fácil olvidar que hemos sido nosotros quienes desterramos al Espíritu Santo de nuestras mentes. Nos ocultamos esto y luego pensamos que Su ausencia en nuestra consciencia tiene que ver de algún modo con una deficiencia de Su parte, o incluso con las instrucciones que nos da Jesús. Así que, en última instancia, somos llevados de nuevo a una posición de completa humildad desde la cual todos nuestros esfuerzos deben proceder.
Otro factor importante a tener en cuenta es que la guía del Espíritu Santo puede venir de muchas maneras distintas. No deberíamos esperar que sea sólo en forma de palabras que nos digan específicamente lo que tenemos que hacer. Su Presencia podría muy bien ser sentida como un impulso de ser amable o compasivo en un momento dado. Con frecuencia Su guía toma la forma de alguna idea que de repente se te ocurre, o algo que sucede en un sueño, o simplemente mientras hablamos con un amigo. La corrección que el Espíritu Santo tiene para nuestros pensamientos de la mente errada puede mostrarse en cualquier forma.

Y finalmente, siempre tenemos que vigilar no haber definido de antemano el problema, y esperar que la respuesta entonces llegue en los términos que hemos prefijado. Esta es una forma muy común que toma la interferencia de nuestra parte que hace que el acceso al pensamiento de la mente-recta sea más difícil. “Accede, aunque sólo sea por un instante, a dejar tus altares libres de lo que habías depositado en ellos, y no podrás sino ver [oír] lo que realmente se encuentra ahí (T.21.II.8:1). Jesús nos ha asegurado que nuestros esfuerzos tendrán éxito y que de hecho ya lo hemos logrado. Únicamente necesitamos aceptar esto sin reservas y entonces la Voz de Dios será la única Voz que escucharemos.

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