Pregunta#608: (i)
Yo no siento amor por cada
persona que conozco, intento sentirlo, pero luego me siento falso y
mentiroso porque sé que no es verdad. Creo que entonces debería
intentar amarme a mí mismo (ya que tampoco lo hago en ese momento).
El tipo de cosas que me hacen sentir mejor son cosas que no incluyen
a nadie más (dibujar, por ejemplo). Desde que leo Un curso de
milagros he descubierto que cada vez me siento menos cómodo con las
personas, especialmente cuando
juzgan. Digo cosas que
normalmente no diría para encajar. Y si no digo nada, piensan que
algo anda mal. Es mucho más fácil estar solo. Esto me lleva a
pensar que realmente no me estoy amando y estoy satisfaciendo mi ego,
porque si me amara a mí mismo, entonces me gustaría estar cerca de
muchas personas y querría a todos mis hermanos. Invento
mentiras para no tener que estar cerca de mi familia. Los he
perdonado (o eso intento)
por la forma en que me lastimaron en el pasado, pero todavía estoy
herido, así que no debe ser verdad que los he perdonado.
(ii) No
me apetece hacer nada ni ir a ningún lado ya que he subido mucho de
peso. Siento que quizás Dios quiere que yo sea así y que ame a la
gente de todos modos, pero no quiero estar cerca de otras personas.
Me siento culpable por desear estar nuevamente delgado y por odiar a
mi cuerpo. Tal vez mi verdadera lección sea aprender a estar tan
cómodo conmigo mismo como estoy cuando no estoy gordo. Siento que
estoy traicionando a Dios porque no me amo como soy ahora.
Respuesta: Muchas personas
sienten el mismo tipo de cosas que has estado sintiendo, tanto en
términos de encontrar más difícil estar con otras personas que
solo, y de odiar la apariencia de sus cuerpos. Esto no es raro en
absoluto, y, como tú, estas personas cometen el mismo error de
sentirse culpables porque se sienten de esa manera. Si reflexionas
en cómo llegamos a ser individuos en este mundo, tiene sentido que
nos resulte difícil amar a los demás, e incluso a nosotros mismos,
y que nuestros cuerpos sean una gran fuente de conflicto para
nosotros.
Abreviando un poco, Jesús nos dice
en el Curso que todos llevamos en nuestras mentes el pensamiento
venenoso de que
nosotros, como Hijo uno, elegimos rechazar y posteriormente abandonar
la presencia del Amor Perfecto para poder existir como entes
separados, como individuos especiales. Un pensamiento ilusorio, por
supuesto. Nuestra existencia en este mundo comienza con éste acto de
egoísmo aborreciendo
nuestra unidad, sin importarnos que el coste de nuestra fuera a
expensas de otro. Inmediatamente juzgamos lo que hicimos como algo
horriblemente pecaminoso y merecedor de castigo.
Las dinámicas que siguieron a eso culminaron en nuestra experiencia
como cuerpos vulnerables, en medio de una multitud de otros cuerpos
vulnerables, todos buscando preservar de cualquier forma su
especialismo individual. No somos ya conscientes de ser mentes
tomadoras de decisiones, tratando desesperadamente de protegernos de
la culpa abrumadora y del miedo (las barreras que ocultan al amor en
nuestra mente) centrándonos exclusivamente en nuestras vidas como
cuerpos en el mundo. Como
todos sabemos, nos enfrentamos a un problema tras otro lo cual exige
toda la atención y ése es el propósito del ego para el cuerpo:
evitar que lleguemos a sospechar que somos otra cosa y que el cuerpo
y sus problemas no son sino una defensa en contra de la verdad de
quiénes somos. No es de extrañarse, por lo tanto, que nuestras
relaciones con los demás se den en un clima de conflicto y que
nuestros cuerpos nos saquen de quicio, porque nunca llegan a ser lo
que queremos que sean. ¡Ésa es la razón por la que estamos aquí!
(Puedes consultar la sesión "¿Qué es el cuerpo?" en el
libro de ejercicios de UCDM, segunda parte L.pII.5).
Lo más amoroso y amable que puedes
entonces hacer por ti, es reconocer todo esto y no sorprenderte ni
alarmarte que tu vida transcurra de esa manera ni que tu cuerpo sea
así. Están cumpliendo el propósito del ego de mantenerte solo,
separado y en conflicto, alejando la paz de ti y convenciéndote de
que algo externo es la causa de tu malestar. El propósito oculto del
ego en la apariencia de tu cuerpo y en tu aumento de peso es que, "a
causa de eso", sientes que deseas mantenerte alejado de las
personas. Sé simplemente consciente de que has elegido como propio
el propósito del ego de mantener la separación. ¿Qué hay de nuevo
en todo esto? Todo aquel que cree que está vivo en este mundo está
haciendo justamente lo mismo. El Curso, no obstante, nos ayuda a
darnos cuenta que podemos elegir otro propósito en nuestra mente,
que no es el propósito del ego sino el propósito de perdón del
Espíritu Santo. Podemos pedir ayuda para usar nuestro cuerpo y
nuestras relaciones poniéndolas al servicio del propósito que nos
llevará a despertar del suelo de separación. La clave para lograr
este cambio de mentalidad es dejar de lado el juicio, lo que incluye
la condena sobre ti mismo por tus limitaciones y tu imperfecto
perdón. Todo lo que se
requiere es que lleves todos estos juicios a la presencia del perdón
en tu mente. donde desaparecerán en la luz y el amor que refleja la
perfecta Unicidad del Cielo. Y perdónate si sientes que no estás
preparado para esto.
Jesús
nos dice que el milagro "simplemente contempla la devastación y
le recuerda a la mente que lo que ve es falso" (L.pII.13.1:3).
Este es el enfoque suave y gentil de Un Curso de Milagros.
Simplemente traemos lo que parece ser la devastación de nuestras
vidas a la presencia del amor en nuestras mentes, y entonces
aprenderemos cómo no juzgar nuestra vida o tomarla tan en serio,
porque es la identidad falsa e insignificante que creó el ego y no
la Identidad invulnerable e Ilimitada que Dios creó. No hay
necesidad de cambiarla o luchar contra ella. No tenemos que
forzarnos a amar a todos, o pretender que lo hacemos. Jesús
simplemente nos pide que contemplemos juntos todo pensamiento de odio
y todo deseo de excluir a cierta gente de nuestra vida. "El
perdón... es tranquilo y sosegado... Simplemente observa, espera y
no juzga" (L.pII.1:1,3).
Si miramos con Jesús no
sentiremos culpa. Si sentimos culpa, deberíamos mirar la
culpabilidad con él. Estar en tu sano juicio simplemente significa
mirar a tu mente errada sin culpa ni juicio. Los pensamientos poco
amorosos y críticos hacia los demás no son el problema. Sentirse
culpable por ellos es el problema, así como la "pequeña y loca
idea" de que podríamos separarnos de Dios no es el problema, el
problema consiste en tomárselo en serio y sentirse culpable por
ello. La culpa le da realidad a la separación y conlleva a la
proyección y al ataque. No hay forma de salir de este círculo
vicioso que no sea detenerte y pedir ayuda para ver tu culpa
aceptando luego cuando Jesús te dice que todos esos juicios sobre ti
mismo carecen de fundamento y no están justificados. Es verdad que
nunca podrás estar en paz si no eres amoroso, pero eso no es razón
para el auto-odio, desprecio y culpa. Solo necesitas unirte a Jesús
para que juntos podáis sonreír gentilmente ante toda esta tontería.
Finalmente, el amor nunca es acerca de la forma (cantidad o
números). El contenido en tu mente debe ser tu enfoque. Puedes pasar
tiempo con una persona o estar solo, y al mismo tiempo saber que no
estás excluyendo a nadie de tu amor; no estás amando uno a expensas
de otro.