martes, 15 de mayo de 2018

¿Debería sentirme culpable si no deseo estar con otra gente?


Pregunta#608: (i) Yo no siento amor por cada persona que conozco, intento sentirlo, pero luego me siento falso y mentiroso porque sé que no es verdad. Creo que entonces debería intentar amarme a mí mismo (ya que tampoco lo hago en ese momento). El tipo de cosas que me hacen sentir mejor son cosas que no incluyen a nadie más (dibujar, por ejemplo). Desde que leo Un curso de milagros he descubierto que cada vez me siento menos cómodo con las personas, especialmente cuando juzgan. Digo cosas que normalmente no diría para encajar. Y si no digo nada, piensan que algo anda mal. Es mucho más fácil estar solo. Esto me lleva a pensar que realmente no me estoy amando y estoy satisfaciendo mi ego, porque si me amara a mí mismo, entonces me gustaría estar cerca de muchas personas y querría a todos mis hermanos. Invento mentiras para no tener que estar cerca de mi familia. Los he perdonado (o eso intento) por la forma en que me lastimaron en el pasado, pero todavía estoy herido, así que no debe ser verdad que los he perdonado.


(ii) No me apetece hacer nada ni ir a ningún lado ya que he subido mucho de peso. Siento que quizás Dios quiere que yo sea así y que ame a la gente de todos modos, pero no quiero estar cerca de otras personas. Me siento culpable por desear estar nuevamente delgado y por odiar a mi cuerpo. Tal vez mi verdadera lección sea aprender a estar tan cómodo conmigo mismo como estoy cuando no estoy gordo. Siento que estoy traicionando a Dios porque no me amo como soy ahora.

Respuesta: Muchas personas sienten el mismo tipo de cosas que has estado sintiendo, tanto en términos de encontrar más difícil estar con otras personas que solo, y de odiar la apariencia de sus cuerpos. Esto no es raro en absoluto, y, como tú, estas personas cometen el mismo error de sentirse culpables porque se sienten de esa manera. Si reflexionas en cómo llegamos a ser individuos en este mundo, tiene sentido que nos resulte difícil amar a los demás, e incluso a nosotros mismos, y que nuestros cuerpos sean una gran fuente de conflicto para nosotros.


Abreviando un poco, Jesús nos dice en el Curso que todos llevamos en nuestras mentes el pensamiento venenoso de que nosotros, como Hijo uno, elegimos rechazar y posteriormente abandonar la presencia del Amor Perfecto para poder existir como entes separados, como individuos especiales. Un pensamiento ilusorio, por supuesto. Nuestra existencia en este mundo comienza con éste acto de egoísmo aborreciendo nuestra unidad, sin importarnos que el coste de nuestra fuera a expensas de otro. Inmediatamente juzgamos lo que hicimos como algo horriblemente pecaminoso y merecedor de castigo. Las dinámicas que siguieron a eso culminaron en nuestra experiencia como cuerpos vulnerables, en medio de una multitud de otros cuerpos vulnerables, todos buscando preservar de cualquier forma su especialismo individual. No somos ya conscientes de ser mentes tomadoras de decisiones, tratando desesperadamente de protegernos de la culpa abrumadora y del miedo (las barreras que ocultan al amor en nuestra mente) centrándonos exclusivamente en nuestras vidas como cuerpos en el mundo. Como todos sabemos, nos enfrentamos a un problema tras otro lo cual exige toda la atención y ése es el propósito del ego para el cuerpo: evitar que lleguemos a sospechar que somos otra cosa y que el cuerpo y sus problemas no son sino una defensa en contra de la verdad de quiénes somos. No es de extrañarse, por lo tanto, que nuestras relaciones con los demás se den en un clima de conflicto y que nuestros cuerpos nos saquen de quicio, porque nunca llegan a ser lo que queremos que sean. ¡Ésa es la razón por la que estamos aquí! (Puedes consultar la sesión "¿Qué es el cuerpo?" en el libro de ejercicios de UCDM, segunda parte L.pII.5).

Lo más amoroso y amable que puedes entonces hacer por ti, es reconocer todo esto y no sorprenderte ni alarmarte que tu vida transcurra de esa manera ni que tu cuerpo sea así. Están cumpliendo el propósito del ego de mantenerte solo, separado y en conflicto, alejando la paz de ti y convenciéndote de que algo externo es la causa de tu malestar. El propósito oculto del ego en la apariencia de tu cuerpo y en tu aumento de peso es que, "a causa de eso", sientes que deseas mantenerte alejado de las personas. Sé simplemente consciente de que has elegido como propio el propósito del ego de mantener la separación. ¿Qué hay de nuevo en todo esto? Todo aquel que cree que está vivo en este mundo está haciendo justamente lo mismo. El Curso, no obstante, nos ayuda a darnos cuenta que podemos elegir otro propósito en nuestra mente, que no es el propósito del ego sino el propósito de perdón del Espíritu Santo. Podemos pedir ayuda para usar nuestro cuerpo y nuestras relaciones poniéndolas al servicio del propósito que nos llevará a despertar del suelo de separación. La clave para lograr este cambio de mentalidad es dejar de lado el juicio, lo que incluye la condena sobre ti mismo por tus limitaciones y tu imperfecto perdón. Todo lo que se requiere es que lleves todos estos juicios a la presencia del perdón en tu mente. donde desaparecerán en la luz y el amor que refleja la perfecta Unicidad del Cielo. Y perdónate si sientes que no estás preparado para esto.

Jesús nos dice que el milagro "simplemente contempla la devastación y le recuerda a la mente que lo que ve es falso" (L.pII.13.1:3). Este es el enfoque suave y gentil de Un Curso de Milagros. Simplemente traemos lo que parece ser la devastación de nuestras vidas a la presencia del amor en nuestras mentes, y entonces aprenderemos cómo no juzgar nuestra vida o tomarla tan en serio, porque es la identidad falsa e insignificante que creó el ego y no la Identidad invulnerable e Ilimitada que Dios creó. No hay necesidad de cambiarla o luchar contra ella. No tenemos que forzarnos a amar a todos, o pretender que lo hacemos. Jesús simplemente nos pide que contemplemos juntos todo pensamiento de odio y todo deseo de excluir a cierta gente de nuestra vida. "El perdón... es tranquilo y sosegado... Simplemente observa, espera y no juzga" (L.pII.1:1,3). Si miramos con Jesús no sentiremos culpa. Si sentimos culpa, deberíamos mirar la culpabilidad con él. Estar en tu sano juicio simplemente significa mirar a tu mente errada sin culpa ni juicio. Los pensamientos poco amorosos y críticos hacia los demás no son el problema. Sentirse culpable por ellos es el problema, así como la "pequeña y loca idea" de que podríamos separarnos de Dios no es el problema, el problema consiste en tomárselo en serio y sentirse culpable por ello. La culpa le da realidad a la separación y conlleva a la proyección y al ataque. No hay forma de salir de este círculo vicioso que no sea detenerte y pedir ayuda para ver tu culpa aceptando luego cuando Jesús te dice que todos esos juicios sobre ti mismo carecen de fundamento y no están justificados. Es verdad que nunca podrás estar en paz si no eres amoroso, pero eso no es razón para el auto-odio, desprecio y culpa. Solo necesitas unirte a Jesús para que juntos podáis sonreír gentilmente ante toda esta tontería.

Finalmente, el amor nunca es acerca de la forma (cantidad o números). El contenido en tu mente debe ser tu enfoque. Puedes pasar tiempo con una persona o estar solo, y al mismo tiempo saber que no estás excluyendo a nadie de tu amor; no estás amando uno a expensas de otro.